lunes, 17 de noviembre de 2008

Gracias Profesor



Si la Sanidad Publica no colabora para conseguir una mejor calidad de vida, que no se preocupen, tengo a mi angel preparado.


Pero como bien explica esta profesor. aunque casi ciego, no pienso enmudecer


Erase una vez un mundo en el que las personas se saludaban amablemente al encontrarse en el portal o en el ascensor del edificio; donde los empleados públicos y privados que realizan tareas caras al público se tomaban su trabajo con diligencia y trataban a los demás con simpatía. Érase una vez un mundo donde esas personas, y todas las demás, recibían un salario digno, que al menos les alcanza para llegar a fin de mes, con reconocimiento, con aprecio por parte de sus jefes, con posibilidades de promoción, con seguridad y estabilidad. Érase una vez un Estado que velaba por los ciudadanos, por su calidad de vida, por su salud, por su trabajo, más allá de partidismos e intereses que no encajan bajo el concepto de generales. Érase una vez unos políticos que no aprovechaban sus cargos para progresar económica y socialmente, sino que se sacrificaban por el bien público, el de todos, pensando las mejores formas de gobernar y gestionando efectivamente el erario público. Érase una vez la ciencia ficción o la política ficción o la sociedad ficción...
Tenemos y habitamos un mundo imperfecto, que se nos antoja cada vez peor, y nos revolvemos en privado contra las injusticias, contra las decisiones --o, lo que es peor, las inercias-- que nos afectan y afectan a quienes queremos. La economía, la política, sobre todo en tiempos de crisis como los que corren, dejan de ser disciplinas teóricas ajenas, e incluso excusas para conversaciones de café o temas para los programas de humor de las televisiones: son una tremenda realidad para muchos, y en sus planteamientos se buscan las respuestas, las soluciones a los problemas reales...
Y, claro, volvemos a la ciencia ficción...
En un mundo tan de pacotilla no sería raro que cada cual se buscase la vida, que el individualismo se abriese camino entre altas dosis de escepticismo, cinismo y verdadero espíritu crítico. Sin embargo, y eso no es ciencia ficción, nadie dice nada nunca cuando llega la hora de la verdad: nadie pregunta el porqué de un traslado que supondrá para muchos que no salga a cuenta ir a trabajar; nadie pregunta el porqué de ese despido injusto; tampoco nadie interpela realmente a la clase política, la mundial si se quiere, por abandonarnos ante una crisis que ellos hicieron posible con su irresponsabilidad. La conspiración del silencio es tal que a veces tengo la impresión de haberme quedado sordo. Pero no estoy ciego. Y espero no tener nunca que enmudecer.

1 comentarios:

Julio Portero on 19 de noviembre de 2008, 1:30 dijo...

Querido profesor,

Desearía que tus palabras no fuesen ciertas y que estuvieras equivocado para no darte, aunque fuese por una sola vez la razón.
Pero, es tan de verdad lo que piensas en voz alta que solo me queda asentir con la cabeza.

Un abrazo

 

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