viernes, 27 de febrero de 2009

SE MARCHO FEBRERO. ALEGRIA PARA MARZO


Ojos que miran la vida pasar... media mirada desde adentro en lo profundo, donde sólo existe espacio para la transparencia.




En un lugar de la Mancha, y en cualquier lugar del mundo

Probablemente, para más de un distraído, don Quijote no tenía proyecto político. Y consiguientemente, aunque no siempre tiene que ver una cosa con la otra (que hay quien tiene proyectos y no programa, y a otros le ocurre al revés), tampoco programa electoral. Para algunos desatentos la tarea que se propuso a sí mismo no pasaba más que por el cumplimiento de unos cuantos principios generales, tan abstractos como inalcanzables, al modo de aquellos que enunciaba en términos tales como ofrecer mi brazo y mi persona a la más peligrosa que la suerte me depare en ayuda de los flacos y menesterosos. O esos otros de deshacer entuertos y socorrer a las viudas. Pero si bien se mira con estudiado interés, a don Quijote no le faltaban ninguno de los requisitos, tanto formales como de contenido, que son propios de quienes optan por dedicar su trabajo y sus esfuerzos a la atención y el cuidado de los asuntos públicos, a lo que familiarmente se llama la política.

Y tampoco desmerece que empiece su discurso diciendo que está muy contento y da al cielo nada más que infinitas gracias de la incorporación de Sancho a su tarea de gobernador pero aclarando con toda sinceridad su desagrado de que su subordinado hubiese conseguido el triunfo antes que él, que le hubiese tomado la delantera en eso de honores, trabajos extraordinarios y tareas propias de elegidos. Cuando, según propia confesión, aún se ve a sí mismo en los albores o principios de su ascenso social (lo que confirma que, pese a su fama, apenas ha empezado a escalar la gloria que espera que el mundo le reconozca), declara su desconcierto porque contra la ley y el razonable discurso se vea premiado de esa manera. "Otros cohechan", indica, "importunan, solicitan, madrugan, ruegan, porfían, y no alcanzan lo que pretenden, y llega otro, y sin saber cómo, ni cómo no, se halla con el cargo y oficio que otros muchos pretendieron; y aquí entra y encaja bien el decir que hay buena y mala fortuna con las pretensiones. Tú, que para mí sin duda alguna eres un porro, sin madrugar ni trasnochar, y sin hacer diligencia alguna, con sólo el aliento que te ha tocado de la andante caballería, sin más ni más te ves Gobernador de una ínsula, como quien no dice nada. Todo esto digo, ¡oh, Sancho!, para que no atribuyas a tus merecimientos la merced recibida, sino que des gracias al Cielo, que dispone suavemente las cosas, y después las darás a la grandeza que en sí encierra la profesión de la caballería andante". Y no desmerece don Quijote, a pesar del lamento y el leve escozor que le invade porque en el fondo, como buen responsable de las tareas públicas, está ansioso por que se le presenten oportunidades y ocasiones sin par que le permitan mostrar su capacidad y sus deseos de llevar a buen puerto el trabajo que se ha asignado a sí mismo. A fin de cuentas el propósito de don Quijote no es otro que rogar al cielo para que dé a entender a todos cuán provechosos y cuán necesarios fueron al mundo los caballeros andantes en los pasados siglos y cuán útiles fueran en el presente si se usaran; pero triunfan ahora, se lamenta amargamente nuestro personaje, por pecados de las gentes, la pereza, la ociosidad, la gula y el regalo. Don Quijote no buscaba sino el aumento de su honra y el servicio de la República. Y, como es natural, le aguijoneaba una gran impaciencia, producto derivado del propio deseo de cumplir las tareas para las que había sido llamado. Y, aunque le instigaba también una cierta vanagloria, ésta no es en sí misma pecadora, sino que forma parte de la autoestima que todos necesitamos.


Y, como aquel dios de las culturas mesopotámicas, integrante de la primera tríada, llamado Enki o Ea , al que los conocedores de la época llaman el "solucionador oficial" de los problemas, el bueno de don Quijote se dispone a desarrollarle a Sancho su programa electoral para que, de momento, empiece a desarrollarlo.

De Juan Calos Lopez

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